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La Ciudad
DESPUÉS
DE LA INUNDACIÓN DE 1980
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La
inundación... y después
Al cabo bajaron las aguas... Para
el 1° de mayo los evacuados pudieron volver a sus casas.
Volver a sus casas, pero solamente para apreciar la magnitud del
desastre sufrido en cada hogar; indefectiblemente mayor que el
supuesto. No se trataba solamente de hallar la ropa de vestir
y la de cama mojada y embarrada; los muebles en el lugar de final
de la deriva, caídos, y con esas puertas que tantas veces
quedaron en las manos de quien intentaba abrirlas...
En las casas, las cosas destruidas; algunas irrecuperables, como
tantas fotos del pasado familiar; tantas cartas conservadas para
lograr con su relectura el ingreso animoso por el túnel
del tiempo; tantas colecciones de publicaciones de otro tiempo,
que no serán nunca reeditadas; tantos objetos que si bien
ya no eran útiles, constituían parte de la historia
familiar, porque o fue del abuelo, de la madre, del hermano, de
tantos que se fueron y que no podemos ni queremos olvidar... en
la cuenta de las "pérdidas incalculables" irán
también todas esas cosas destruidas, a las que estábamos
tan apegados.
Y en la cuenta de las pérdidas
a contabilizar, no solamente los colchones y los trajes; los muebles
y los cristales... También los desperfectos de los aparatos
electrodomésticos, de la instalación de luz, etc.,
etc. Y por delante queda esperar "pase el invierno",
como hace dos décadas reclamaba un polémico Ministro
de Economía, para ver si las paredes terminan por secarse,
y habrá que pintarlas luego... La suma de lo que ha gastado
y aún debe gastar cada familia para reordenar el hogar
-nmunca para que vuelva a ser como hasta el 27 de abril de 1980-,
es la cuenta de nunca acabar. Y aunque llegue el día en
que se pague -y se tardará por cuanto no se puso en marcha
una política crediticia con sensibilidad ante el desastre,
y sin olvidar que las promesas de la Nación se las llevó
el viento, como palabras de enamorados- nos seguirán faltando
los álbumes de las cosas queridas, ésas que atesorábamos
celosamente por cuanto eran el patrimonio sentimental de la familia,
el que va de generación en generación, y que marca
los hitos de un tránsito que el recuerdo preserva y que
está para enaltecer el justo orgullo de la progenie.
El 1° de mayo no fue el regreso
al hogar, donde todo estaba igual, como cantó un poeta,
con buena lírica, pero que seguramente no pasó por
la tragedia multitudinaria de los olavarríenses. Fue para
salir de las peripecias, de los riesgos, de los temores, del hambre,
del frío, del silencio, de la congoja, para hallarse ante
la destrucción, el espanto...
Sí, el espanto. No fueron
pocos los que abrieron la puerta -como pudieron si la encontraron-
y la volvieron a cerrar por no soportar la visión dantesca
de los destrozos... Quebrados hasta la angustia por una realidad
que no podían soportar, volvían a sus refugios de
evacuados, con el dolor acrecentado.
Fue
una realidad inapelable que puso a prueba el temple de cada uno.
El temple no debe confundirse, no, con el ingenio. Menos con la
"viveza", que ésta también tuvo lugar
y se cumplió el viejo dicho de que "a río revuelto,
ganancia de pescadores". Cabalmente. Ganancia
de pescadores. Fueron los aprovechados de siempre, que en la ocasión
se manifestaban; pedigüeños insaciables apostados
en las sedes de la solidaridad una y otra vez. Es fatal, pero
las ayudas luego de los desastres públicos no están
signadas por la equidad.
A veces falla la modalidad de la distribución -nada mejor
que para estos casos, que las entidades intermedias, que conocen
necesidad: la escuela, la iglesia, la sociedad de fomento-; y
también falta -por real ausencia- quien por orgullo, por
decoro, o por lo que se diga no se aviene -aún no habiéndole
quedado nada, y sabemos de estos casos- a encolumnarse en las
"colas" del reparto...
Entonces surgieron como hongos
de la humedad -y la había de sobra- los que estaban
en todas. Es como cuando se representa la ópera "Aída",
de Verdi, y debe aparecer a los sones de una marcha magnífica
un ejército triunfador: como en el teatro no pueden tener
lugar para tantas centurias de soldados, los mismos pasan y pasan
y pasan por el escenario...
El temple tambaleó en no pocos caos. Fueron los que esperaron
a recuperarse anímicamente antes de volver, y tímidamente
abrir hoy una puerta, mañana una ventana, y lentamente
afrontar la realidad. Al cabo todos estamos en el Operativo Reconstrucción,
iniciado oficialmente el lunes 12 de mayo, tras las visitas de
las más altas autoridades, incluyendo al Presidente de
la Nación, que recorrió la ciudad el sábado
3 en horas de la tarde, cuando las calles estaban literalmente
cubiertas por los restos de tantas cosas destrozadas; las casas
quedaron casi vacías, y así se las veía si
la mirada curiosa del transeúnte, los días de sol
ojeaba a través de puertas y ventanas esos hogares en los
que se ventilaba poco más que las paredes...
El vecindario, fuerte en su temple,
dejó el abatimiento y tomó los elementos de limpieza.
Para comenzar. Emergió de la suciedad y de los escombros.
Dijo "al mal tiempo, buena cara", y con elocuente acción
se lanzó a procurar salvar lo posible, y ganar lo demás.
Ya con las manos embarradas por la tarea emprendida, el vecindario,
restañó las últimas lágrimas, y cesó
en las lamentaciones. Se abrazó con quien vivía
al lado, y de quien tan poco sabía en tantos casos; confió
como nunca en el amigo que por no haberla "pasado tan mal"
venía con la ayuda, y pronto surgieron anécdotas
risueñas -que las hubo- con las cuales se descargó
-muy de acuerdo a nuestra idiosincracia- lo dramático del
momento.
"Olavarría, ciudad
de trabajó" ; "Olavarría ya es futuro".
Dos buenos "slogans" que nos han caracterizado, y nos
dan características, y valga la redundancia. Todos en tarea,
hasta esos sempiternos que le tienen algo así como hidalgo
horror al esfuerzo manual, imágenes que son del espíritu
de los conquistadores y encomenderos del siglo XVI, aunque arranquen
de la tierra ayer nomás...
El futuro ya lo ganamos, y lo vamos
a preservar. La fuerza industrial de la ciudad salió indemne,
contrariamente el comercio, que sufrió la acometida furiosa
del meteoro por cuanto el área céntrica fue cubierta
por las aguas, que alcanzaron en lugares hasta cuatro metros,
cifra que parece increíble, pero los testimonios lo certifican.
Olavarría se recupera por su propio esfuerzo, así
como se salvó por la solidaridad ejercitada en los momentos
más tremendos. Esa es la verdad esencial. Hemos recibido
donaciones, estímulos y promesas. Por sobre ellas, el trabajo
intenso de cada uno, la tenacidad para levantarse de entre el
pestilente barro.
Olavarría a pocas semanas
ya mostró su faz externa normal. Solamente las marcas húmedas
en las paredes de las casas -que se siguen viendo- tomó
testimonio de la inundación...
Y después, ya, volveremos a la nueva normalidad, como ocurrió
luego de 1919, una cita que era "cosa de viejos". Pasarán
los años y ocurrirá otro tanto con ésta de
1980, que quiera Dios no se repita.
Ya volverán los poetas a
cantar al Tapalqué retozón y apenas rumoroso, como
antes lo hiciera Luis H. Echevarría cuando gestó
sus "Versos para mi arroyo" quizá nomás
"porque ignoraba la verdad de otros tiempos por venir":
Este fue su canto:
No sé si la felicidad
de aquel entonces, arroyo,
la debía al fresco de tus aguas
y a la aventura en el entorno silvestre;
o se debía a que, entonces, yo tenía a mi madre;
más lo cierto es que estás, arroyo,
en ese paraíso que vive en la memoria. Yo sé que
era feliz, arroyo, junto a vos, entonces, cuando tenía
madre,
y compartía con vos,
una felicidad que no necesitaba buscar
porque entonces, el tiempo todo era feliz,
y porque ignoraba
la verdad de otros tiempos por venir.
Yo aprendí a quererte,
arroyo,
cuando te conocí, de niño,
desafiando leyendas
de ignotos remolinos y voraces remansos
que pretendían mancillar tu mansedumbre amiga;
yo aprendí a domarte en la caricia
de mis brazos moviéndose como aspas
hundiéndose en tu fresco acariciante;
y te robé la vida de tu fauna
en cientos, en millares de mojarras
colgadas de un señuelo que ocultaba
la puñalada artera del anzuelo.
Yo disfruté tu sol, y
la sombra aledaña,
y el paisaje total
en las siestas bucólicas del pueblo,
inventando aventuras inocentes,
empuñando la honda,
el bolsillo preñado en proyectiles,
y hasta hurtando sandías en las quintas vecinas.
Eras un poco nuestro hogar,
arroyo;
te recuerdo, compartido con julio, con Lito
y tantos otros muchachos
amigos de aquel tiempo feliz,
aquel tiempo imborrable,
añorado
tiempo de nuestra infancia
Yo sé que era feliz,
arroyo, junto a vos,
cuando no te invadían multitudes...
entonces, cuando el tiempo todo era feliz,
porque estaba mi madre
y, también, porque ignoraba
la verdad de otros tiempos por venir.
Extractos
de la Publicación "OLAVARRIA INCREIBLE", editada
por Pedreira Publicidad con una tirada de 3000 ejemplares.
Los fragmentos que transcribimos
en estas páginas son nuestro modesto homenaje a aquellos
colegas que haciendo periodismo, escribieron lo que hoy es historia..
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