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La Ciudad
RELATOS
DE LA INUNDACIÓN DEL '80: ANGEL EDUARDO DOMÍNGUEZ
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Queridos Hermanos Olavarrienses:
Soy un Olavarriense de alma que por esas cosas que tiene la vida
hace muchos años debí alejarme de esa (mi) querida
Ciudad, pero que siempre la llevo en mi corazón.
De todas maneras, cuando puedo la visito ya que toda mi familia
vive allí.
Fue a principios de 1984 que tuve que irme para buscar mejores
horizontes, y luego de ingresar a la vieja YPF, recalé
por 1 año en Bs. As., para luego ser trasladado al sur
del país.
Pase por Cañadón Seco, Pico Truncado, Las Heras
(todas de la Pcia. de Santa Cruz) y finalmente, hace 4 años
me radiqué en Rada Tilly, una Villa balnearia junto a la
Ciudad de Comodoro Rivadavia.
Cursé mis estudios primarios en el Colegio J. M. Estrada
del Barrio San Vicente ya que vivía a pocas cuadras de
allí, en 25 de mayo entre Las Heras y Buchardo, donde actualmente
viven mis padres.
El secundario lo hice en la ENET N°1 y la Universidad en la
UNCPBA donde me recibí de Ing. Electromecánico.
Hace unos días navegando por Internet me encontré
con la página OLAVARRIA.COM y recorriéndola, no
pude mas que emocionarme cuando leí las crónicas,
comentarios y notas de la inundación de 1980.
Yo tengo mi propia historia para contar sobre ese hecho y es por
eso que se las hago llegar.
Todo comenzó la noche del sábado 26 al 27 de abril.
Como era habitual, me encontraba en la discoteca Rodríguez
(del "Chicato" Liste) cuando comenzó a llover
torrencialmente. La discoteca tenía la pista de baile junto
a un ventanal que se comunicaba con un pequeño jardín.
Por allí comenzó a entrar agua lo que hizo que rápidamente
se inundara la pista bailable que era la parte mas baja del edificio.
Todos los presentes nos fuimos retirando de la misma, y recuerdo
que cuando salí a la calle, ésta ya se encontraba
anegada de cordón a cordón.
Me fui a dormir maldiciendo por lo abrupto que había terminado
la noche, pero sin mayores preocupaciones.
Al otro día (domingo) comenzamos a ver como las aguas del
Tapalqué comenzaba a invadir las casas ribereñas
y avanzaba sobre el centro de la ciudad.
Como con mi familia vivíamos en una zona mas alta, no nos
preocupamos al principio, porque parecía que era muy difícil
que llegara a inundar nuestra casa. Recuerdo que monitoreábamos
el avance de las aguas, caminando por 25 de Mayo hacia la avenida
Del Valle y el nivel ese día, apenas llegaba a la calle
Pelegrino.
Aquí voy a hacer un alto en el relato y retrotraerme a
1975. Aquel año, yo cursaba el último del secundario
y por una casualidad, comencé a trabajar en LU32 en el
programa deportivo que lideraba el "Tano" Zangara y
contaba con valuartes de la talla de Roberto Bo, Víctor
Pintos, Francomano y tantos otros que me enseñaron todos
los secretos del micrófono, y de quienes guardo un afectuoso
recuerdo.
Volviendo al relato, el domingo por la noche me encontraba por
comenzar a cenar con mi familia mientras escuchábamos las
noticias por la radio, cuando sonó el teléfono.
Era Francomano que se encontraba en un móvil apostado en
el Cuartel de Bomberos y que me preguntaba si lo podía
reemplazar en ese sitio ya que él debía acudir en
forma urgente a su casa (que quedaba en el centro) a
auxiliar a su madre. Aquí aclaro que la Señora Francomano
era viuda de un intimo amigo de mi padre, que conocí, y
de quien también guardo un grato recuerdo.
Sin dudarlo le dije que si, pero que tratara de mandarme algún
vehículo que pudiera trasladarme.
Al poco tiempo llegó a mi domicilio un camión del
ejército con algunos
soldados que me cargaron en la caja que tenia un toldo de lona.
Al cruzar la Avenida Del Valle (íbamos por España),
la correntada era tan fuerte que nos obligó a doblar hacia
la derecha y así seguimos por esa arteria hasta 9 de Julio,
donde el chofer pudo finalmente, enfilar el camión por
esa calle.
Proseguimos por 9 de Julio intentando doblar en algún lugar
hacia la
izquierda, porque nuestro destino era el Cuartel de Bomberos que
estaba en la calle Alsina.
Pudimos doblar por General Paz o San Martín, no recuerdo
bien (además a esa altura ya no había mano y contramano),
lo que si recuerdo es que nos encontramos con un asilo o guardería
de ancianos (era una casa antigua) cuyos habitantes nos pedían
desde un ventanal con balcón, que los rescatáramos.
Inmediatamente paramos cerca del cordón (no se veía
bien) y 2 soldados se largaron al torrente de agua de aproximadamente
70/80 cm de profundidad y comenzaron a luchar para llegar hasta
el balcón donde se encontraban los ancianos.
Dio la casualidad que había un pozo de una excavación
para plantar un árbol o algo así, y uno de los soldaditos
desapareció de golpe. Suerte que sabía nadar y al
ser arrastrado por la corriente se agarró de una columna
de alumbrado donde se pudo reincorporar y continuar hasta la ventana
donde esperaban su ayuda.
Con mucho esfuerzo, trasladaron a 2 o 3 ancianos, sillas de ruedas
y otras pertenencias hacia el camión donde yo los esperaba
para ayudarlos a subir y los acomodaba en la caja.
Como desconocíamos si íbamos a poder seguir, el
chofer decidió ir hacia la estación de trenes donde
estaban alojando a gran cantidad de evacuados.
Una vez en la estación (ir para ese lado era fácil
porque nos llevaba la correntada), y luego de haber dejado a buen
resguardo a los ancianos, los soldados me dijeron que si o si,
debían llevarme al Cuartel de Bomberos. Hoy rescato esa
actitud de responsabilidad que ni la humedad de sus ropas, ni
la incertidumbre a lo que nos debíamos enfrentar, hicieron
que abandonaran su misión.
Enfilamos con el camión por la calle Necochea. Recuerdo
que a medida que nos acercábamos al centro, el caño
de escape del camión se sumergió y observábamos
cómo hacían burbujas los gases de salida.
No recuerdo cómo pero finalmente llegamos al cuartel de
Bomberos, nos bajamos del camión y calzados en mano subimos
al primer piso donde estaba mi buen amigo Francomano.
Luego de los saludos, lo despedí deseándole suerte
en el rescate de sus familiares.
Fueron 4 horas de un viaje (desde las 21 hasta la 01 hs.), que
habitualmente no dura mas de 10 minutos.
Me coloqué los auriculares y micrófono en mano comencé
a comunicarme con los otros móviles, en la Municipalidad,
en la estación de trenes y con la propia central de la
radio.
En ese momento nos comunicábamos entre todos como si estuviéramos
charlando frente a frente, contándonos cada uno lo que
estaba pasando en cada lugar, necesidades, problemas, cantidad
de evacuados que se iban rescatando, pedidos de rescate, etc.
En algún momento olvidamos que estábamos al aire
y charlábamos entre nosotros como si nadie nos escuchara,
con el lenguaje común y no con el que se acostumbra en
ese medio.
A mi puesto llegaban los pedidos de evacuación, porque
allí estaba la
coordinación total de los vehículos para el salvataje.
A partir del lunes a la mañana llegaron los volquetes de
las fábricas de cemento porque ni los camiones de los bomberos
o los del ejército podían ya transitar.
Desde allí mandábamos a los volquetes a rescatar
a alguna familia y cuando volvía, como éstos eran
inmensos, pasábamos a la gente desde el techo de los vehículos
directamente al 1° piso del edificio.
El lunes por la noche, el agua ingresó definitivamente
en el edificio de LU32 y la radio, que hasta ese entonces había
sido el nexo más importante que tenían los Olavarrienses
para sentirse amparados y unidos, calló para siempre.
El agua había ahogado su voz. Pero quienes seguíamos
en nuestros móviles podíamos aún comunicarnos
entre nosotros, a través de los mismos.
Hay dos anécdotas que hoy recuerdo y que seguramente nunca
olvidaré.
El martes por la mañana me avisaron que a la estación
de trenes había llegado una partida importante de leche
en polvo y me preguntaron dónde la debían enviar.
Como en nuestro puesto habían muchos niños, pedí
que me la enviaran.
En ese momento irrumpió el Coronel Prémoli, que
estaba a cargo del cuartel del Ejército y se comunicaba
constantemente con todos nosotros, y determinó que era
él quien iba a decidir el destino del alimento. Luego de
discutir algunos minutos y viendo que el Coronel intentaba anteponer
su autoridad, alcé la voz y le dije que si él tenía
60 chicos para alimentar como teníamos nosotros, podíamos
repartir la comida en forma equitativa. Él me contestó
que tenía mucha gente pero niños, no. Entonces enojado
le dije que en ese caso la leche me la quedaba yo y corté
la comunicación.
Rápidamente le comuniqué al Jefe de Bomberos (ya
no recuerdo su nombre) esta situación, y ni lerdos ni perezosos,
nos subimos a un volquete y partimos raudamente hacia la estación
de trenes.
Recuerdo que en el apuro por llegar primeros, debimos atropellar
algunos vehículos que se interponían a nuestro paso,
y que el agua los había arrastrado al medio de las calles.
Una vez allí, cargamos la leche en polvo y volvimos a nuestro
cuartel con la preciosa carga que en ese momento la consideramos
un botín de guerra.
La otra anécdota fue que, al haber quedado frente al Cuartel
los camiones de los Bomberos y algunos del Ejército, éstos
hicieron de contención de muchos vehículos que arrastrados
por las aguas se iban apilando frente al edificio.
Los volquetes que iban llegando con evacuados, no podían
acercarse para bajar a la gente, entonces el Jefe de Bomberos
le ordenaba a los choferes que los empujara y se abrieran camino.
Al final del día había quedado una montonera de
autos abollados y apilados unos contra otros.
Esa especie de dique nos permitió rescatar un televisor
y algunos otros electrodomésticos que varias veces vimos
aparecer flotando. Provenían de a la vuelta de la esquina,
de un comercio del rubro (creo que era Spinella) y que el agua
al romper la vidriera, permitieron que varios de éstos
aparatos salieran a la calle.
Quedan infinidad de historias que viví durante esos dos
días y medio en ese lugar, pero creo que lo mas importante
ha quedado reflejado en esta nota.
El miércoles a la mañana pedí volver a mi
domicilio, ya que no sabía que había ocurrido con
mi familia.
Finalmente, en mi casa solo entraron 60 cm de agua y pudimos volver
rápidamente. Digo "solo 60 cm", porque había
visto viviendas donde el agua las había llegado a cubrir
completamente. Mi familia y yo podíamos sentirnos afortunados
por ello.
Nunca olvidaré a todos los compañeros de LU32 que
lucharon hasta lo último para llevar la palabra de aliento
a muchos ciudadanos, nunca olvidaré a todos los evacuados
que iban llegando con la mirada desencajada al cuartel, nunca
olvidaré a los soldados que me llevaron ese domingo y rescataron
a los ancianos, nunca olvidaré las mamaderas de leche en
polvo que muchas madres evacuadas prepararon a sus niños
con nuestro "botín de guerra", nunca olvidaré
al Cuerpo de Bomberos, nunca olvidaré a muchos otros con
los que compartí aquellos momentos amargos,....nunca olvidaré
la inundación del '80.
Un abrazo.
Angel Eduardo Domínguez
DNI 12.544.879
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